sábado, 31 de mayo de 2014

Filantropía

Estoy parpadeando,
de nuevo,
pero no porque apareció el sol o la luna,
sino porque advertí tu piel,
que me envolvió sin oprimir
y me sostuvo entera,
intacta,
exacta.
De nuevo...
él cerro las persianas anoche
y todas aquellas reconstrucciones que son mejores en la fantasía
llenas de intuición,
creatividad,
coraje,
e iniciativa,
se desadormecen...
ahora sobrevenidas
en sensación,
todo sensibilidad,
transparencia...
nada como la verdad
de cuando se enmudecen las palabras.

y de repente un lugar que resiste,
allá muy muy lejos,
valles,
montañas,
flores,
ambos cruzando por la misma calle ,
veredas opuestas,
otra vez un segundo,
infinito,
inagotable,
que -inciertamente- también, guarda la eternidad de la finitud,
ese segundo que se repite casi todas las noches,
cuando ella piensa,
con una taza de té en la mano,
que podría darle un final feliz,
pero él le tiene miedo a los finales
y ella le tiene miedo a ser felíz.



Así como Orfeo, él baja al inframundo a buscarla
a salvarla y redimirla
pero en el final,
deseoso,
se da vuelta a mirarla,
y ella desaparece.